domingo, 8 de julio de 2012

Nota periodística

A continuación les dejamos una Nota Periodística, publicada por el Diario Clarín el día 17/02/12.
Las tecno adicciones crecen fuerte entre los argentinos
El trastorno se manifiesta en quienes no pueden desconectarse del celular, la PC o la consola de juegos cuando lo deciden. Entre las adicciones sin sustancias, solo está por debajo de la ludopatía. Las consultas médicas aumentaron un 45% en 2011.

 

Agustina siempre usó mucho la computadora. Jugaba en red, chateaba, usaba las redes sociales. Pero lo que es normal para cualquier adolescente en ella se hizo adicción. “Pasaba tanto tiempo encerrada que descuidé el colegio, me alejé de mis amigos y mi única compañía eran los participantes de un foro de Internet”, recuerda. Y cuenta que si en su casa intentaban limitarle el uso de la Web, estallaba: “Me largaba a llorar y trataba mal a todo el mundo. Hasta llegué a robarle el celular a mi hermano”. Frente a estas reacciones, sus papás recurrieron a expertos en adicciones y hoy Agustina ya está rehabilitada.
Lejos de ser rarezas, historias como la de Agustina llegan cada vez más a los consultorios. En la Fundación Manantiales, el año pasado se duplicaron las consultas por “tecno adicciones” con respecto a 2010. En el sector de adicciones del hospital Teodoro Álvarez, las consultas por uso compulsivo de Internet crecieron un 45% el último año y ya representan el 15% del total, solo por debajo de la ludopatía entre las adicciones sin sustancias. Y en la Red Asistencial Buenos Aires, el problema ya es objeto de entre el 20 y el 30% de los llamados. “Hay cada vez más casos”, coinciden.
Los que más consultan son padres preocupados porque sus hijos usan demasiado la computadora, en especial los juegos en red, el chat y las redes sociales. Pero también hay adultos de entre 20 y 40 años que se someten al tratamiento porque no pueden despegarse de la PC, el celular o las consolas, o porque usan Internet para concretar su adicción al juego, al sexo, al trabajo o a las compras.
“El avance de Internet potenció los trastornos que ya existían antes”, explica Alberto Trímboli, coordinador de Adicciones del hospital Álvarez. En la actualidad, su equipo atiende unas 15 consultas mensuales por el problema, de las cuales cerca del 65% termina con las personas afectadas en tratamiento.
Según el experto, lo que define el trastorno no es la cantidad de horas que alguien pasa conectado. “Hay adicción si el sujeto no puede desconectarse cuando lo decide, o cuando necesita hacerlo para trabajar, estudiar o dormir”, afirma.
“El tecno adicto siente una necesidad creciente de estar conectado todo el tiempo”, asegura Susana Turati, psicóloga especializada en adicciones de la Red Asistencial de Buenos Aires. “Y ante la falta de conexión aparece el síndrome de abstinencia, con síntomas como nerviosismo, irritabilidad, agresividad y desesperación”, agrega.
Pablo Rossi, director de la Fundación Manantiales, cuenta que en su comunidad terapéutica empezaron a llegar consultas por tecno adicciones hace diez años, con el auge de las consolas de videojuegos y las PC. Años después, recuerda, fue por la expansión de los cibercafés, donde chicos y adolescentes se encerraban varias horas a jugar en red. “Y hoy están los que no se aguantan sin revisar el mail y las redes sociales en los celulares, o gente que lleva su notebook a todos lados y vive buscando conexiones Wi-Fi sólo para sentirse conectada”, ejemplifica.

 

La dependencia puede ser muy fuerte, pero se supera. En los centros consultados, lo más común es que se trate en sesiones de terapia en las que se ayuda al tecno adicto a limitar su uso de Internet. Eso puede combinarse con terapia familiar y tratamiento psiquiátrico. A veces, también, se trabaja en grupos para que los pacientes se apoyen durante el proceso.
“El tratamiento puede durar semanas, meses o incluso superar el año. La mayoría mejora después de los tres meses, pero se sigue con la terapia para prevenir recaídas”, comenta Rossi.
Para Agustina, el tratamiento fue muy duro: “Estuve un tiempo sin celular y sin computadora, y fue desesperante”, relata. Pero aguantó y, recaídas mediante, pudo recuperarse. “Ahora uso Internet para la facultad y por ocio, pero ya no dejo que consuma todo mi día. Aprendí a poner un tope”, concluye.



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